Hasta hace bien poco me costaba aceptar que mi período fértil tocaba a su fin, aún hoy me niego a pronunciar y/o escribir esa palabra que tan mal y tanta carga peyorativa conlleva.
De momento no ha llegado ese día, pero se anuncia constantemente y eso me hace pensar aún más en ello, y voy conviviendo cada vez más frecuentemente con la idea de que quizás se aproxime una etapa mucho más cómoda.
Sería injusto hablar de infertilidad ahora, después de haber tenido dos hijas y un hijo, pero esta cultura patriarcal y heteronormativa en la que nos ha tocado vivir, valora la fertilidad por lo que conlleva de juventud y belleza, además de por la perpetuación de la especie.
Nos marca tanto el papel femenino y reproductor, que dejar de ser "receptáculos de vida" nos puede llevar a pensar que somos menos mujeres, menos personas. E incluso yo, que abogo firmemente por la no definición de género, en este caso debo confesar, que me he planteado un alejamiento no deseado de la identidad femenina por falta de estrógenos.
No se si optaré por la ingesta de hormonas femeninas, o si dejaré a mi organismo continuar con su destino. No se aún si debería intervenir artificialmente en mi cuerpo o dejar que los acontecimientos se sucedan como la naturaleza haya previsto.
De momento noto que algunas cosas están cambiando, que estoy mucho más sensible de lo habitual en mí, que necesito más mimos, caricias y atenciones, que lloro por cosas que antes me hubieran provocado incluso alguna sonrisa.
El haber podido escribir este post es un reto conseguido, porque de verdad, llevo todo esto muy muy mal.