No tengo ninguna duda sobre lo rápido que pasa mi tiempo y que yo soy la culpable de ello. Espero el día libre, calculo cuánto queda para alguna celebración, salida, evento o lo que sea, pero todo ello implica tiempo y llega y pasa.
Este año comenzó con cava y doce trocitos de falso regaliz rojo.
También el reto de las 366 palabras está contribuyendo a la alta velocidad de este año, y como digo siempre aunque sea 8 de enero, las navidades las tenemos encima.
El reto que expliqué aquí y del que tendré que volver a escribir, porque está evolucionando de forma algo diferente a mi primera idea, me tiene encantada.
De pequeña me decían que se me paseaba el alma por el cuerpo, una expresión que no se si muchas conoceréis, pero con la que yo no me identificaba, ahora debo reconocer que en aquel tiempo pocas cosas me hacían correr.
Y me encantaría que mi alma volviera a transitar despacito por mi cuerpo, tomarme el tiempo que me diera la gana para hacer las cosas que me gustan, no mirar el reloj y no pensar en lo que tengo que hacer mañana, las listas aburridas de cosas pendientes y el futuro que poco importa.
Todas terminaremos aquí o en algún lugar parecido en el que ni siquiera estaremos.
La moda, que se atribuye la absurda tribu "hipster", del "slow food" y que ya se conoce hace décadas en forma de "slow coocking" gracias a la "CrockPot", artefacto del que ya hablé aquí , y que está contribuyendo a hacerme entender que las cosas que se hacen lentamente, sin prisas y con mimo, salen siempre mejor que las que realizamos con prisa y sin cuidado.
¿Cómo vamos a obtener el mismo resultado en una olla superrápida que en una olla de cocción lenta? ¿Cómo se puede obtener el mismo sabor de un estofado hecho en 45 minutos que preparado durante 12 ó 24 horas? Imposible.
Decidirnos por una olla superrápida u optar por una CrockPot es difícil, hay que pensar en las cantidades que necesitaremos según el número de personas que comen a diario con nosotras, tuppers, congelador, ayudarnos de algún auxiliar como la Thermomix, y nuevas recetas adaptadas al método de cocción elegido.
Aprender a vivir despacio no es sencillo y el aprendizaje nos llevará toda la vida, pero esa vida lenta es sin duda mejor que esa otra rápida que no nos dejará ver el paisaje ni nada de lo que nos rodea y del que es imprescindible disfrutar para alcanzar cierta felicidad.
De vez en cuando alguna barbacoa también viene muy bien, éstas son como el polvo del domingo por la mañana, con sueño aún pero caliente y con sabor, mucho sabor.
Porque un festín gastronómico y sibarita no amarga a nadie.
ACLARACIÓN: no soy vegetariana ni vegana. Como omnívora, debo decir que nunca
será igual comer que colgarse un abrigo de pieles de animales que han sido desollados exclusivamente para que alguna descerebrada se luzca.
Y después un buen desayuno con o sin kiwi, que algunas conozco que lo comen sin parar por el tema de la lentitud intestinal (eso es otro tema). Yo con el kiwi tengo cierta prevención, si abusas se te queda cara ácida. Cuidado entonces y desayuna tranquilamente.
Otra moda que también se creen los y las "hipsters" que es propia e inventada por ellas, es la de los zumos verdes, y no, no es cierto.
Me encantan y el color verde no es de kiwi, es de espinacas. Mi receta: 200 grs de espinacas frescas (no congeladas que sueltan mucha agua), genjibre rallado según nos guste más o menos su sabor, yo pongo una cucharada de café, el zumo de un limón y el de una naranja, dos rodajas de piña natural y 50 ml de agua mineral.
Y me lo tomo despacito, leyendo o viendo alguna película o simplemente pensando en tonterías que no recordaré cuando el vaso esté ya vacío.
No me voy a sumar a las colas absurdas para comer comida recalentada en "food trucks", que el "pulled pork" me lo preparo yo en 8 horitas y el Ramen en 24.
Este es de Grasshopper, mi restaurante favorito de Ramen cuando me viene una urgencia oriental, está en El Born de Barcelona, muy cerca de casa.
Y esta es otra. El tiempo que empleamos en ir lejísimos a comer e incluso a echar un casquete, cuando muy cerca tenemos más y mejor.
Y para acabar con algo tan sencillo como un buen vino y poco más. Vivamos tranquilas, lentamente, sin prisas, disfrutando todo, porque no hay nada más.