Estamos en fechas de orgullo, de reivindicación, de celebración, de manifestaciones, de desfiles, de lecturas de manifiestos, de pregones, de canciones, de encuentros, de fiestas, charlas, debates, bailes y ponencias.
No olvidemos que mientras se mate a personas por su orientación sexual o por su identidad de género, todo ello tiene sentido, es una obligación que tenemos quienes podemos hacerlo, para que quienes no pueden, consigan vivir y amar en paz.
Y aquí, en este primer mundo desarrollado, sigue siendo necesaria también la revolución encendida, para que no olvidemos, para que no nos relajemos, porque el peligro sobrevuela alrededor nuestro, con diversas formas y colores de nuestro más vergonzoso pasado político y social.
Así que a las calles a reivindicar de la manera que nos dé la gana. Con pluma, lápiz, bandera o plataforma. Que todo vale y todo cabe.
Y todo ello vale en este camino que se emprendió hace 50 años en Stonewall, Nueva York.
También es momento de agradecer a quienes dieron la primera voz, el primer grito, tiraron la primera piedra y pusieron sus cuerpos como escudo.
Gracias Marsha P. Jonhson.
Gracias a todas aquellas mujeres transexuales que en la cafetería Compton's de San Francisco, en 1966, tres años antes de lo ocurrido es Stonewall, protagonizaron la primera revuelta transgénero en Estados Unidos.
Mi pensamiento hoy se va junto a las personas LGTBIQ mayores, enfermas y solas.
Debemos reivindicar también el derecho a una madurez visible, sana y digna.
Y para acabar, os dejo un pequeño regalito.
En Netflix hay una serie que se llama "Historias de San Francisco", la podéis obviar, pero el capítulo 8 es una pequeña joya que hay que ver. La protagonista de este capítulo de Jen Richards. Mujer trans interpretando a mujer trans, por fin.
Toda la serie está basada en los cuentos de Armistead Maupin, a quien podéis ver participando en la película documental "El celuloide oculto", perfecta también para ver en estos días, y en la que vemos la realidad lésbica y homosexual en el cine.