Perrito y Cabrita decidieron un día que había llegado la hora de fugarse juntos, sabían hacía tiempo que no eran de la misma especie, pero les daba igual. A los dos les gustaba la macedonia de frutas y no tenían ningún problema en mezclar, peras con manzanas o papaya con mango.
Sabían de los riesgos de comenzar una aventura no comprendida por muchas, pero estaban decididos a lanzarse a ella.
No tenían una meta determinada, pero confiaban el uno en la otra y la otra en el uno, tanto que se dispusieron a ir sorteando los problemas a medida que surgieran y a disfrutar del largo paseo de la vida cogidos de las patitas y sintiéndose seguros.
Perrito y Cabrita se miraban y no necesitaba ladrar él ni balar ella; simplemente se entendían, se querían y se conocían profundamente, tanto que esta suerte de exogamia no les asustaba sino que les hacía crecer en confianza y seguridad.
Perrito y Cabrita viajaron mucho, eran muy hábiles a la hora de colarse en la bodega de un avión, en el camarote de un barco o en el techo de un tren.
No conozco toda la historia, pero me contaron que son felices, actualmente están en el Tirol austríaco y Cabrita se dedica a hacer shows emulando a Blanquita (la cabrita de Heidi) y Perrito es perro guía en una escuela de sherpas tibetanos.
Tuvieron una cría con nueve patitas a la que adoran y de la que están orgullosos por su originalidad y lo valiente que les ha salido.
Inspirado en una historia contada por VIDA (antes MO).