Mi prima Norman (que ella no es boba) se compró una casita (que le salión por un ojo de la cara) para crear una fundación (con lo que supone a efectos fiscales una fundación).
Cuando la prima presenta los planos en el organismo oficial competente para que le autoricen la reforma, al funcionario de turno (pobre), no se le ocurre otra cosa que hacer (a lápiz) unas anotaciones en los sagrados planos (se supone manuscritos por la prima).
La prima (que es muy suya) se enfada y decide que ya no abre su fundación en la capital del reino.
Para muchos/as esto ha sido la debacle y al pobre funcionario,
que posiblemente no conoce a la prima Norman, no paran de criticarla.
Y es que en los libros de Historia del Arte de bachillerato aún no aparece la prima, conocida por su matrimonio con la sexóloga de la coleta pulida y por sus bocas de metro en una ciudad de Euskal Herria.
Ahora la casita adquirida por la prima se quedará solitaria y sin utilidad
pública y por supuesto muchas otras primas han caído en el disgusto y la desazón por ver a la ciudad de botellas, cafés con leche y locas al volante, huérfanas de prima y fundación.
Yo creo que la prima va a recapacitar, porque ella es muy espabilada y no querrá quedar mal con el paísillo que vió nacer a su consorte.
Y si la prima se mantiene en sus trece, siempre nos quedará Calatrava, que ya sabemos de la solidez de sus cimientos.
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