A estas alturas, seguro que todas conocéis a Marie Kondo. Esa señora japonesa menudita, que habla bajito y es súper ordenada, Un poquito maniática parece.
En España se han publicado dos libros de los cuatro que ha escrito. El primero "La Magia del Orden" y el segundo "La Felicidad después del Orden".
Además, y para que la conozcamos mejor, en Netflix podemos ver la serie documental ¡A ordenar con Marie Kondo! Ella es la protagonista, la creadora y la productora. Va a una casa en la que sus moradores parecen estar todos y todas afectados por el Síndrome de Diógenes y les ayuda a desprenderse de todas las cosas que han ido almacenando a lo largo de mucho tiempo. Así, sin paños calientes, todo a la basura o a donarlo. En fin.
Marie Kondo ha aunado el término japonés katazuke, que se refiere a la limpieza y el orden del hogar, con el coaching europeo y norteamericano y el feng shui oriental, y le ha salido su personal estilo KondoMarie.
Con una visión impecable de negocio, llega de Japón, un país con casi 127 millones de personas y una densidad de población de 335 personas por kilómetro cuadrado.
En España hay casi 47 millones de habitantes y la densidad de población es de 92 personas por kilómetro cuadrado, en EEUU hay más de 325 millones de habitantes y una densidad de población en torno a las 33 personas por kilómetro cuadrado.
Viendo estos datos, es lógico comprender la necesidad japonesa, de optimizar el espacio de sus viviendas que tienen una media de 46 metros cuadrados. De aquí creo que parte la particular filosofía del orden de Kondo, que es una extensión de la japonesa en general.
Y aunque tradicionalmente en Europa y Norteamérica, la superficie habitable era mayor, cada vez proliferan más los pequeños apartamentos, sobre todo en grandes ciudades como Londres, París, Barcelona, Madrid y Nueva York. Fruto todo ello de la gentrificación que ha supuesto una subida exponencial de los precios de venta y alquiler de viviendas.
En estas ciudades, la mayoría de las veces, esos 46 metros cuadrados japoneses, parecen enormes, frente a zulos europeos de menos de 25 metros cuadrados.
Sin embargo, y a pesar de la tendencia al minimalismo, obligado por la escasez de superficie, también habría que ver el número de personas que viven en esos espacios habitacionales.
Es decir, que una familia japonesa con uno o dos hijos convive en menos de 50 metros cuadrados, mientras que en Europa y Norteamérica, esas superficies son habitadas por una o dos personas.
Todo ello tiene mucho que ver con la austeridad oriental y con el exceso europeo y americano. Culturas muy diferentes en las que se valoran de forma muy diferente, los bienes materiales. Y en las que los espacios públicos de ocio tienen mucha más importancia en Oriente que en Occidente.
Y después del tema sociológico, pues volvemos a Kondo. Esa mujer de 1,43 centímetros de altura, empeñada en que los y las occidentales nos deshagamos de nuestras cosas, empeñada también en organizarnos armarios, estanterías, alacenas, despensas y zapateras.
Dice ella que el orden nos aportará felicidad. Pero no olvidemos que hay gente muy desordenada y feliz. Y que por otra parte están las enfermas del orden, que aunque tengan la casa siempre preparada para la foto de una revista de decoración, son tremendamente infelices.
No tengo claro que el orden dé felicidad "per se", ni tampoco que el desorden físico desordene las ideas.
¿Es el orden una virtud? ¿El orden es algo objetivo? ¿El orden es subjetivo?
Cada una de estas tres preguntas tienen un denominador común, y es la individualidad. No es menos virtuosa una persona que no tiene un espacio dedicado exclusivamente al almacenamiento del calzado. Tampoco puede decirse que una persona es desordenada porque en la mesa de su escritorio siempre hay un montón de papeles y los bolígrafos no están colocados en un recipiente especial para ellos.
Prefiero ver mi colección de teteras en una estantería, aunque cojan polvo y haya que limpiarlas más a menudo, a que estén guardadas en un armario en el que estarán siempre limpias, pero nunca podré disfrutar de su vista. Y quiero tener quince teteras aunque sólo utilice una, porque cada una de ellas me recuerda algo bonito, y básicamente porque me da la gana.
Es cierto que con el tiempo guardo menos cosas, pero esas cosas que no guardo, son las que no tienen ningún vínculo importante conmigo. Y en esto si tengo que dar la razón a Marie Kondo, solo guardo lo que me hace feliz. Todo aquello que me saca una sonrisa cuando lo veo, o me evoca un bonito recuerdo. Sólo eso.
Sobre Marie Kondo poco más que decir. El tema del doblado de la ropa, para poder almacenarla en vertical, me parece bien, siempre que esté por debajo de la vista, si almacenamos en estanterías que quedan a nuestra misma altura de visión, será mejor almacenarla como siempre, unas encima de otras.
Mis libros. En Barcelona me deshice de muchos, de aquellos que sabía no iba a volver a leer. Pero hay otros muchos que se quedarán conmigo hasta el final. Y ni los tiro, ni los presto ni los regalo ni nada. Ellos se despiertan con sólo una mirada.
Y lo de las cajas me encanta. Guardar las cosas en cajas abiertas es una idea que para mi no es nueva, y que me parece la mejor manera de almacenar y ver nuestros tesoros.
Y a raíz de todo esto del orden, y su supuesta felicidad, aparece una tropa de "organizadoras", algo así como una influencer del orden, una ordenadora profesional que contratas para que vaya a tu casa y te la ordene y deje en condiciones para pasar la más estricta inspección samurai.
Supongo que quien contrata estos servicios es porque necesita más fotos, dibujos y esquemas en los libros de Kondo.
Y me temo, que estas noveles organizadoras, caerán en la cestita de las influencers, esa cestita en la que siempre hay hilo, aguja, cinta adhesiva, pinzas de depilar, tiritas, monedas de céntimo, un mechero sin gas y dos pilas para reciclar.
2 comentarios:
Me encanta el enfoque que le das. Yo soy de las que cayeron atrapadas en la magia del orden y puse mi casa patas arribas siguiendo su orden, que no el mío, y aunque al principio me funcionó, nunca fui capaz de mantener ese orden. He aceptado que soy caótica y un tanto desordenada, pero dentro de eso me organizo bastante bien y sé dónde está todo. Mi casa no es de las que saldrían en una revista, pero como diría un amigo mío, es una casa con vida, vivida y vivible, con orden y limpieza, pero sin que m vaya la vida en tenerla impecable (para eso ya existen mi madre y mi hermana, maniáticas del orden y la limpieza). Yo en vez de minimalista soy maximalista, al menos para algunas cosas. Por cierto, también me encantan las teteras, las tengo visibles todas ellas, aunque suelo utilizar la misma a menudo. En fin, que me enrollo, que “la Mari Kondo” no es para mí.
He debido explicarme bien, me has entendido perfectamente.
Tu orden, mi orden, el orden de la vecina del quinto y el orden del marido de la pescatera.
Todos valen y ninguno se parece.
Besos Esther y gracias por el comentario.
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