Me gustan las especias, no todas, pero si una enorme mayoría. Quizás sea una contradicción más de las muchas mías, porque odio el curry, cualquiera de ellos, los indios, los thailandeses y si existen más también los odio, alimentariamente hablando.
Lo de los currys se debe a un trauma olfativo de cuando era pequeña e iba a casa de una amiga en la que a cualquier hora olía a curry, y no podía soportar ese olor que me recordaba al sudor de quien ha comido mucha cebolla.
El caso es que es una contradicción, porque los currys son una mezcla eficiente de especias, y seguro que por separado las habré utilizado e ingerido, pero la mezcla no es eficaz para mi sistema límbico.
Debería tener una anosmia selectiva para no enterarme de los currys que puedan cocinarse a mi alrededor.
Me estoy yendo por las ramas.
Comino para el potaje de berros, para el marinado de un atún rojo con otros ingredientes secretos, para el caldo de pescado junto con el cilantro.
Bouquet garni (orégano, tomillo, laurel y romero), para un estofado de ternera.
Pimienta negra para un buen filete a la brasa y para unas fresas marinadas con auténtico vinagre de Módena.
Eneldo para el salmón en cualquiera de sus versiones.
Y podría seguir, pero ahora que ya sabéis que odio el curry y que adoro las especias y cocinar con ellas, sólo me resta decir que de lo que quiero escribir hoy es sobre el azafrán.
Para quienes no cocináis y no tenéis idea de especias, os cuento que el azafrán es conocido como el oro rojo en la gastronomía.
Crocus sativus es la planta más conocida como azafrán, aunque sería más correcto decir de la que se extrae esta maravillosa especia. Es una planta pequeña con florecillas de color malva y cada una de estas flores tiene tres pistilos que se extraen manualmente y son los que reciben el nombre de azafrán.
Su origen es muy antiguo y se ha utilizado como tinte para ropa, aromatizador y en el embalsamamiento de cadáveres. Desde hace algunos siglos, su principal utilidad es la de aromatizar platos dulces y salados y dar un color característico.
Podemos encontrarlo en helados y natillas, arroces y caldos. Para mi es imprescindible en las sopas.
Su precio es muy elevado debido a la dificultad en su recolección que debe ser manual, en una determinada época del año y realizada por personas expertas que no dañen el producto.
El mejor azafrán es el español, cultivado en La Mancha. Hay mucha picaresca con este producto y muchas veces se vende como español, el producido en otros países y que no tiene la misma calidad que el de aquí.
Como recomendaciones deciros que nunca lo compréis molido, porque la mayoría es colorante alimentario que nada tiene que ver con el auténtico.
Un truco para que os cunda más es poner las hebras que vayáis a utilizar sobre la tapa de la olla en la que estéis cocinando y dejarla unos minutos hasta que se seque, a continuación podéis incorporarla a vuestra preparación, dejará más color y mucho más sabor a vuestro plato.
Y como anécdota os cuento que hace un tiempo tuve una vecina búlgara que me contó que se estaba llevando semillas de la planta del azafrán para plantarlas en la finca de sus padres en Bulgaria, había comprado las semillas en La Mancha y ella ya se veía como "la reina del azafrán", así se llamó desde entonces.
Por último, el valor nutricional y potencial terapéutico parece ser interesante, pero no os dejéis engañar, porque es un producto que se consume en cantidades mínimas, y para conseguir esos beneficios habría que tomar al menos 100 gramos de producto.
1 comentario:
Justo ayer hablaba sobre el azafrán, a mí me gusta mucho utilizarlo, por el toque que da algunos platos, pero hay que usar buen azafrán, de La Mancha, el verano pasado se me ocurrió comprarlo en Budapest,y nada que ver, de hecho solo lo uso en ocasiones en que no tengo del bueno, como ahora.
El otro día también en un bar me pusieron un plato con una salsa de azafrán y unas hebras (muchas) que adornaban el plato, nada más llegar a la mesa, el costillo (expresión que poco te gusta) y yo dijimos, no es azafrán de verdad, si lo hubiera sido el plato tendría que haber costado más.
El uso del azafrán y el truquillo de secarlo antes los aprendí de mi abuela materna.
Cómo me enrollo.
Un beso.
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