lunes, 7 de diciembre de 2020

558.- HOY TE REGALO LIMONES


La frase "si la vida te da limones haz limonada" se le atribuye al escritor Dale Carnegie, un empresario y escritor estadounidense, que de pequeño debió ser boy scout y dedicarse a vender limonada en la calle para recaudar fondos. 

A mi esa frase me suena a Mr. Wonderful y buenrollismo tontito, de charla motivacional, libro de autoayuda y seminario anual de empresas multinacionales.

Hacer limonada si no tienes una Thermomix es una auténtica pesadilla, porque exprimir limones no es como exprimir una naranja, no, nada que ver.

Cuando descubres, gracias a tu agente de ventas de Thermomix, como hacer una limonada sin ningún esfuerzo físico, excepto el pago mensual del crédito de la máquina, sabes que a partir de ahora tu casa puede convertirse en una sucursal del puesto de limonada de Carnegie, y después de la euforia inicial dejas de hacer limonada, porque necesitas una plantación de caña de azúcar para poder pasar el trago.

A todo esto, más de una se preguntará a que viene el tema cítrico justamente ahora, con una pandemia instalada ya en nuestras vidas, una Navidad que se aproxima y un incierto 2021. 

Les cuento. Mi amiga A. me recomendó hace unos pocos días, que para mi dolor de garganta venía muy bien un remedio casero, un limón calentado en el microondas se envuelve en un pañuelo que te colocas en la garganta y te lo sujetas con otro pañuelo. Yo lo explico como lo entendí. Y a todo esto ya me veía yo con un limón entero colocado en esa parte del cuello debajo de la nuez. Porque las mujeres también tenemos nuez, aunque su tamaño esté entre el pistacho y la avellana.

El caso es que se creó una situación muy cómica, y que igual contándolo aquí no lo parece tanto. Porque yo no me atrevía a  decirle que dormir con un limón entero atado al cuello me parecía arriesgado, incluso suicida. Pero fue tal el ataque de risa que el malentendido quedó aclarado, y si, se trataba de un pañuelo impregnado en zumo de limón caliente, no de un ejemplar entero. 

El remedio me sigue pareciendo curioso, exótico incluso, pero menos peligroso que lo que yo había entendido.

Y después de ese día pienso mucho en limones, porque nunca nos paramos a pensar con calma en un limón, los vemos en rodajitas en la Coca Cola, la corteza flotando en los gintonics, y acompañando a la sal al lado del vaso de chupito de tequila. Todo ello cuando aún se podía ir de bares. Porque seguro que el consumo del limón se ha reducido considerablemente en todo el mundo.

Se cuenta que hay personas a  las que les encanta comer limón, así a palo seco, que aprecian su sabor y disfrutan con fruición de ese placer inimaginable para el resto de la población. Yo creo que es una leyenda urbana inventada por alguna empresa agrícola limonera, y no existe nadie en todo el mundo que chupe limones.

El limón es como el hermano gilipollas de la naranja y el cuñado pesado de la lima. Un incordio. Por mucho que se ponga de moda el vasito en ayunas de agua templada con zumo de limón por lo de la alcalinidad.

Pero no quiero resultar negativa, que de lo más malo se puede sacar algo bueno y que no deja de ser un vegetal que también tiene derecho a su ácida vida.

Seamos positivas y pensemos en un limón de los de verdad, de fotografía instagramera, amarillo, con su ramita y hojita verde, y su parte más interesante, el pezón, porque los limones tienen una especie de bultito justo en la parte simétricamente contraria al lugar del que sale la ramita, que se asemeja placenteramente a un pezón, y que una vez reconocido, nos reconcilia con esta fruta a la que hace siglos se le debió reconocer su inapreciable valor erótico.

Ya sé que muchas pensaréis que esto del limón es un desvarío mío, incluso os preocuparéis por mi salud mental. Estoy perfectamente, y aunque parezca raro, todo es cierto. Y si, podía haberme ahorrado este post que tiene mucho de absurdo. Pero es un regalo. Porque los limones también se pueden regalar.


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