Decían cuando era pequeña que las lentejas eran de viejas, y supongo que por eso era una comida que no pude comer hasta hace menos de diez años, no soportaba ni el olor ni el sabor.
Ahora me las como, y puede ser porque me haya vuelto una vieja y se comience a notar en mis gustos gastronómicos. Pero no. Porque me contemplo en otros aspectos de mi vida, incluso gastronómicos, y no. Con las lentejas creo que lo que ha ocurrido es que se me ha expandido el sentido del gusto, y como ocurre con la inteligencia que crece cuando se cultiva, yo me he vuelto más versátil en cuanto al gusto por nuevos platos e ingredientes.
Y empezaba con las lentejas que decían eran de viejas, porque como rima con las quejas, y en eso si estoy de acuerdo, porque últimamente escucho a mucha gente quejándose por todo, a veces incluso yo misma.
Y estar todo el día quejándonos, si no somos viejas, acelerará el proceso y nos volverá decrépitas, se nos arrugará la cara y el cerebro, y nos volveremos quejicas y quejosas insoportables.
Y da igual la edad que tengamos, porque la quejica puede ser una niña de 12 años, una joven de 25, una madura de 50 o la anciana de 88. Da igual, la queja no tiene edad, ni sexo, ni género. Yo hablo en femenino siempre, pero en este tema de la queja incluyo a hombres, mujeres y a quien no se incluya en estas dos categorías.
La queja y la vejez son estados mentales,estados al que se llega despacio y del que una vez inmersa en él es muy complicado salir. No tienen que ver con la edad. Es fango de ese de las películas de pantanos, en los que se hundía primero el caballo, la caravana y finalmente el vaquero con botas y todo.
Y quejas hay de todo tipo, por el trabajo, los estudios, el jefe, la jefa, la dependienta, la azafata, la médica, la jueza, la política, las fechas de las vacaciones, Orange, el clima, Greta, la reina de Inglaterra, el precio de la leche o la cola de la carnicería.
Y a ver, que si, que a veces es inevitable mostrar el cansancio, la desesperación o la impaciencia. Pero no se puede construir una vida en función de todo aquello que nos disgusta, hay cosas que podemos eliminar de nuestras vidas y así prescindimos de aquello que genera nuestra queja, pero otras son imprescindibles y están íntimamente ligadas al hecho de habitar la tierra, al hecho de respirar, al hecho de ser y estar.
Yo este año pienso quejarme menos de esas cosas intrascendentes que basta con eliminar del camino. Y con las verdaderamente importantes, lo que pienso hacer es trabajar para cambiarlas.
Hasta pronto espero, si Orange lo permite.
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