Desde hace ya más de quince días no deja de pasar una mañana en la que al despertarme no sienta miedo, angustia, desconfianza y ganas de llorar un poquito.
Los primeros días veía por la televisión las cifras, ahora ya prefiero no hacerlo.
Leo las noticias en Twitter y escucho el telediario de mediodía. Y todo son cifras, números de personas muertas, números de contagiadas, número de recuperadas. Número de países afectados.
Número de donaciones que no son donaciones, porque no son anónimas. Son publicidad encubierta.
Y no me creo nada. La única verdad es que están muriendo personas que tenían sus vidas, sus familias, gente que las quería y que ahora se quedan vacías, porque no han tenido ni siquiera un momento para decir adiós, te quiero.
Somos tremendamente vulnerables, frágiles y débiles. Expuestas a peligros que se nos llevan por delante como suicidas en las vías de un tren.
No podemos hacer nada más que quedarnos en nuestras casas, escondidas, protegiéndonos y protegiendo. Porque no hay posibilidad de acabar con un enemigo invisible, mas que evitándole.
El tiempo sigue transcurriendo, más lento, silencioso, amenazante e incluso esperanzador.
Y no puedo quitarme de la cabeza que no puede ser cierto.
1 comentario:
Todo va a salir bien...Todo va a salir bien...
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