El Jardín de las Delicias. El Bosco
Sí. En este post escribo sobre Arte y Política, y sé que habrá quien se lleve las manos a la cabeza y se desahogue soltando "cuñadismos".
Hay personas que no saben y no entienden que la Política está en todas nuestras acciones y decisiones. En la comida que nos alimenta, en la ropa que compramos, en los libros que leemos, en las películas, series y documentales que vemos, en las relaciones que establecemos con otras personas, de amistad, profesionales, sexuales, emocionales y de pareja; en el tipo de educación que damos a nuestros/as/es hijos, hijas e hijes y en la forma de pertenencia a nuestra cultura.
Aristóteles, alrededor del año 350 a.C. ya consideraba que el hombre (espero que refiriéndose a hombres y mujeres) es por naturaleza un animal político y que las personas no debemos ser consideradas como individuos particulares, sino como seres sociales.
La obra más representativa de Aristóteles, La Metafísica, reflexiona sobre el porqué de las cosas y sobre lo que significa existir. Y todo ello también es política.
Sin duda, definir este concepto es muy complejo, tanto como pueden serlo otros como amor y libertad. Y debe tenerse siempre en cuenta el contexto, la subjetividad y la ideología de la persona.
Siguiendo con la Teoría Aristotélica, dónde existan dos o más personas ya podemos hablar de política como la necesidad de establecer normas de convivencia, límites y deberes comunes.
Pero además, y volviendo a la política interseccional que atraviesa nuestras vidas y obviando la idea comunitaria y social de Aristóteles, la política es también una parte fundamental de la conciencia y la responsabilidad humanas.
Política social y política individual. Porque sin una conciencia política individual, difícilmente podemos considerar una política social.
Y el Arte.
Según la RAE, el arte es una manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real e imaginario con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.
Evidentemente, esta definición no es la única y actualmente podemos hablar de otro tipo de recursos, además el concepto de desinterés que se le atribuye al arte no es ni correcto ni adecuado. Vivir del arte es un arte, y no solo en el sentido económico, sino también como fuente de placer y felicidad.
Desde la Prehistoria el arte ha formado parte de la vida humana, representando emociones sentimientos y percepciones.
En el siglo XVIII se establecen las Bellas Artes, considerando estas seis: Literatura, Pintura, Danza, Escultura, Música y Arquitectura. Y en el siglo XX se añadieron el Cine, la Fotografía y el Cómic.
Se considera que el arte tiene unas funciones propias, estética, expresiva, comunicativa, educativa, terapéutica y social.
La clasificación de las Bellas Artes se realiza con la finalidad de diferenciarlas de la artesanía y de otras manifestaciones culturales. Pero, ¿Dónde está ese límite? ¿Quién establece la diferencia?
Y ¿Cuál es la relación entre el Arte y la Política?
Se me ocurrió escribir sobre este tema a raíz de la viralización en RRSS de este texto atribuido al escritor estadounidense Paul Auster.
Antes de escribir este post he investigado sobre la autoría del mismo, y no pertenece a ninguno de los libros de Auster. Sin embargo, parece probable que sea un extracto de una de sus charlas. Está claro que este breve texto debería ser contextualizado, tanto en el momento histórico como ante el público en el que se realizaron estas declaraciones.
Habla principalmente de una función espiritual que también se puede atribuir al arte, de la necesidad de las personas de expresarse a través del mismo, de su pervivencia y diversidad.
Este texto aparece en RRSS repetidamente y posiblemente siguiendo una pauta algorítmica a partir del 17 de mayo de 2025, fecha de la final del Festival de Eurovisión y tras las controversias surgidas para la prohibición de la participación de Israel en el certamen.
Además, también fue después de las declaraciones de la representante de España en las que tras una pregunta sobre su opinión de este tema dijo que ella de política no hablaba.
"El arte no va a transformar de inmediato la sociedad. Ni va a evitar que los niños sufran hambre, en ese sentido es inútil. El arte sirve otra función, de tipo espiritual".
Estas tres primeras frases, en el momento sociopolítico que vivimos desde que Israel practica un genocidio y limpieza étnica contra el pueblo palestino, son demoledoras. Y no tiene nada que ver con el momento en el que, supuestamente, Paul Auster las pronunció en una charla y que ni siquiera hablara sobre el tema sionista o sobre un genocidio o una guerra. No sabemos de qué hablaba.
No es casual que algo así sirva a intereses que apoyan al genocida Netanyahu, a los sionistas y a los países cómplices.
Es terrible que se haya compartido este texto cómo si fuera verdad absoluta, como si no fuera refutable, sólo por el prestigio y el reconocimiento artístico literario de su autor. Porque Auster, siendo un magnífico escritor, no tiene la verdad absoluta y porque ni siquiera está probado que sean palabras suyas, y aunque lo fueran, insisto, se desconoce el contexto, y desde luego sabemos que no son actuales.
El arte tiene una función social y es capaz de mover enormes cantidades de dinero. Los y las artistas tienen la libertad de invertir sus beneficios económicos o parte de ellos en causas justas que ayuden a colectivos y poblaciones vulnerables y desfavorecidas.
El arte sí puede evitar que los niños y las niñas mueran de hambre, el arte sí puede apoyar a los movimientos de liberación de Palestina, y sí puede disminuir el sufrimiento de personas que son asesinadas por el sionismo israelí.
Es terrible que ese texto se haya compartido en RRSS como una excusa para no declararse en contra del genocidio practicado por Israel contra el pueblo palestino.
Y por otra parte, quienes lo hicieron como defensa a la participante española en el Festival de Eurovisión de este año, han conseguido un resultado delirante y esperpéntico. Primero porque el contenido artístico de la propuesta es nulo, segundo porque la ignorancia del personaje es obvia y tercero porque hay muy mala fe detrás de todo este tinglado que parece un circo de primates.
Si no quieres hablar de política, si no quieres participar de ella, si no te quieres mojar ante los hechos atroces que los sionistas israelíes están realizando en Palestina. Vete a otro planeta.
La imagen ya de por sí ridícula ha pasado a ser también cruel y carente de empatía y compromiso social.
No todo el que se llama a si mismo/a artista lo es. Y no todo lo que se denomina arte lo es.
Ni siquiera aquellas/os auténticas/os artistas que en nombre propio o en nombre del arte han cometido o han apoyado atrocidades merecen respeto por su obra. Porque no se puede separar la obra de la persona.
Si has abusado de una menor, como persona eres deplorable y tus películas me interesan nada, no voy a ver tu cine, no voy a contribuir a que sigas enriqueciéndote.
Si has escrito la saga de libros para adolescentes más vendida de la historia, pero eres una tránsfoba, no voy a leer tus libros ni a comprar objetos de merchandising ni a ir a parques temáticos, porque no quiero contribuir a tu enriquecimiento que deriva en tu obsesión de hacer daño al colectivo transexual.
Si pintaste un cuadro que es una obra maestra de la representación de la guerra injusta que hizo víctima a todo un pueblo y que sigue siendo referente del antifascismo europeo, pero resulta que eras un machista abusador y maltratador. Pues dejemos el cuadro en el museo, pero no ensalcemos cualidades personales de un ser despreciable.
Y si todo esto se hace, porque se puede hacer, sin quemar libros ni cuadros, cómo no vamos a poder apagar la televisión para ver un concurso decadente en el que participan países que apoyan un genocidio y en el que cantan personas con ningún compromiso social y a las que solo les mueve el interés económico y espurio.
No todo lo que nos presentan como arte es arte. No todos los que se llaman artistas lo son.
Pero más importante aún, el arte de verdad, también está atravesado de forma interseccional por la política.
Saturno devorando a su hijo. Francisco de Goya