Tanta crisis, tantos comentarios de lo mal que va todo, nadie se libra de escuchar y/o emitir comentarios sobre el tema.
Que si Urdangarín y la infanta "quenoseenteradená", que si Bárcenas y sus listas, que si los recortes en Sanidad, Servicios Sociales, Educación y tantos otros recursos, que si República frente a Monarquía, que si desahucios diarios, que si los comedores sociales llenos, que si más de seis millones de personas en paro...
Y así sin parar, a diario.
Y claro, llega un momento que por muy profundas, preocupadas, conscientes e intensas que seamos y/o queramos ser, nos invade una ola de superficialidad.
Pero para ser superficial hay que tener algunas cosillas, y no está la cosa para el bolso Vuitton, los zapatos Jimmy Choo, el vestido Lanvin y las joyas Chopard.
¿Entonces tenemos que renunciar a esa superficialidad por falta de liquidez? No, no y no.
Que para eso están los clones de Zara, Primark, Misako y MaryPaz, entre otros.
Pero necesitamos algo verdadero, algo que nos haga sentir que disponemos de un objeto de deseo, de algo con un diseño original, y que en el sitio donde comprarlo nos hagan sentir únicas.
Y si, existe ese objeto.
Las cafeteras Nespresso.
Las tiendas son enormes, en las mejores calles de grandes ciudades. Aquí en Barcelona está en el Paseo de Gracia, es amplia, luminosa y diáfana.
Nada más entrar, un señor con aspecto impecable te saluda y te entrega una tarjetita en la que aparece el número de orden para ser atendida, nada de las maquinitas de las charcuterías.
Después de bajar unas imponentes escaleras amplias y de marmol se llega a lo que es la tienda, con mostradores atendidos por señoritas y señoritos también impecables, sonrientes y solícitos/as.
A la derecha estanterías con los modelos de cafeteras que pueden costar desde los 100 euros hasta los 800 euros y merchandising vario (lecheras, tazas, cucharillas, azucarillos...)
Detrás de los mostradores está el punto fuerte de la empresa, las cápsulas de café, un número de variedades fijas, en elegantes cajas rectangulares en un discreto tono marrón chocolate. cada una de las variedades tienen nombres sobrios, sin ostentaciones, con esa sencillez que tienen las cosas buenas, caras y elegantes.
Por temporadas también tienes cápsulas de ediciones especiales, con colores, sabores y aromas diferentes a los habituales.
Así que eliges las cápsulas que necesitas o deseas, porque se supone que la cafetera ya la tienes de algún regalo que te hicieron en la oficina al casarte o divorciarte, o te la compraste en el Mediamarkt cuando estaba de oferta y regalaban 60 euros en cápsulas.
Te ponen la compra en una bonita bolsa marrón de papel, como esas de las boutiques caras, y te preguntan si te apetece tomar un café en una barrita que hay al fondo de la tienda, donde quien te lo prepara también es una copia del resto del personal.
Y de vuelta tras remontar las escaleras, te ves en la calle, con la bolsa llena de capsulitas que parecen pequeñas joyas compradas en un lugar en el que te tratan como una reina.
Y así, con ese pequeño lujo, nos sentimos un poco ricas y pensamos que la crisis aprieta pero no ahoga, al menos de momento, que aún podemos comprarnos café.
3 comentarios:
No sabía de toda esta parafernalia, yo tengo una de cápsulas pero grandes..
Un beso
Norma
Cuanta razón tienes, espero que no nos priven de eso que bastante desgracia tenemos ya
Soy Artemisa, que tenía un blog hace mil años y siempre te leo
Tal cual.
La última vez que fui a comrar capsulitas vino, por primera vez, el Bigotes. Y alucinó con toda la parafernalia. El tío repollo que nos atendió me preguntó dos veces si prefería el ticket en la bolsa o en la mano, y nosotros, atónitos, casi nos echamos a reir allí mismo.
Mantuvimos el tipo, "en la bolsa, gracias", y nos fuimos con nuestra bolsa de veinte euros en café como quien acaba de comprarse unos manolo blahnik! :))))
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