Por fin he visto esta serie, que se ha convertido en un imprescindible de los últimos meses.
Basada en el libro, publicado en 1985, de la escritora canadiense Margaret Atwood.
Después de ver, casi de un tirón, los diez capítulos, me sentí muy mal, enferma y asustada.
No es disparatado pensar, que lo que plantea Atwood, pueda llegar a convertirse en una realidad y que las distopías dejan de ser ficción para pasar a ser verdad.
Puede ocurrir y en un futuro no muy lejano, de hecho, ya ocurre en civilizaciones remotas y semiocultas, en las que la mujer no vale más que como objeto paridor, para que los hombres cumplan uno de sus más ancentrales deseos, que es el de la perpetuación de la especie, de la suya.
Y cómo se llega a ese extremo de sinrazón, de eliminación de derechos que pensábamos establecidos firme y eternamente.
Se llega por la tibieza, por no actuar, por pensar y creer que todo lo malo siempre les pasa a otros y que somos intocables en esta burbujita llamada occidente, cargada de eurocentrismo y paternalismo patriarcal.
Y qué podemos hacer para evitar un desastre, un feminicidio de esa magnitud.
Implicarnos, preocuparnos, sentirnos las unas a las otras, experimentar con la sororidad, mirarnos a los ojos descubriéndonos en la mirada de otra, defendernos, querernos y pensar, como dicen en la serie, que si existe un nosotras es que hay un ellos.
Escribir, salir a las calles, hacernos ver y oír. Que nos conozcan, que nos entiendan, que nos escuchen, que nos respeten, que nos amen.
Y si llega ese momento, en el que da igual ya lo que hagamos, en el que se ha perdido todo aquello que valió la pena, todo lo que costó trabajo, lágrimas y dolor. Si llega ese momento, habrá que ser valientes y abandonar de nuevo la tibieza de mentes y casas y salir a luchar de verdad.
Queridas lectoras, os recomiendo mucho que veáis la serie o leáis el libro. Nos hará tomar conciencia de la vulnerabilidad en la que vivimos y de lo importante que es posicionarnos firmemente ante esa silenciosa e invisible horda machista y patriarcal que poco a poco mina vidas y derechos.
Calientes o frías, pero nunca tibias, mujeres hermanas.
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