viernes, 15 de junio de 2018

420.- ÓPERA, ESTRELLAS MICHELÍN Y ROLAND GARROS.


Hablar de la democratización de sectores considerados elitistas, puede considerarse en ciertos ámbitos,una vulgarización de los mismos.

Es decir, acercar productos caros, ya sean dentro del mercado de la alimentación, la gastronomía, la cultura, el deporte, la automoción o el ocio, a colectivos de menor poder adquisitivo, que los que habitualmente consumen estos artículos, puede ser considerado por ciertos colectivos exclusivos, como una denostación.

Que cocineros con estrellas Michelín, monten stands o los tan de moda foodtrucks en festivales musicales u otros eventos de masiva afluencia, preparando pinchos o mini platillos, con el reclamo de ser quienes son y a precios muy asequibles, acercan al gran público, las delicias más deseadas, que de otra forma, probablemente, nunca podrían ser catadas por mi vecina ni por su prima.

Ejemplos de este rollo adaptado a mileuristas, son los palitos de cangrejo, el sucedáneo de caviar, los tomates cherry pinchados en un palillo y la imitación de vinagre de Módena haciendo dibujitos en el plato.



En cuanto a la música, la ópera siempre ha sido el reducto de una élite, que en muchos casos no es por gusto ni por formación, sino más bien por sentirse dentro de un grupo seleccionado, que puede costearse entradas a espectáculos y recintos exclusivos,

En este caso, no me cabe ninguna duda, de que muchas de las personas que asisten a este tipo de espectáculos, se sienten guiados más por el objetivo de ser vistos, que por el placer de escuchar.

Ejemplo claro, son los discos grabados por los tres tenores, sobre los que me abstengo de dar mi opinión. Ya me contaréis.

Lo mismo ocurre con torneos de deportes exclusivos como el tenis. "Roland Garros" o "Wimbledon" en los que el trasiego del cóctel Pimms les hace ver todo en un tono mint pepino, debajo de pamelas sobrantes de Ascott, que dan mucho asco.



¡Cómo nos engañan!

La vida y el dinero van intrínsecamente unidas, y vivir es algo para lo cual necesitamos de ese bien tan denostado por unos y unas y alabado por otros y otras.

Poder acceder a la cultura, al ocio, al bien comer, no debería ser un reducto exclusivo de ricachones/as sin formación, sin paladar, sin olfato y sin sensibilidad.

Aunque, es cierto, y no voy a ser injusta, que también los/as hay, que tiene formación, paladar, olfato y sensibilidad. Estoy deseando conocer a alguno/a.

Resumiendo, el buen gusto no es patrimonio de unos/as pocos/as, es y debe ser el campo inabarcable de todos y todas.

Bona tarde.






1 comentario:

Esther dijo...

Hay que hacer la cultura accesible a todos, y los viajes,y los eventos deportivos, aunque no le guste a todo el mundo.