Mucho ha llovido desde el 23 de febrero de 1982, pero incomprensiblemente, hoy estamos viviendo una situación preocupantemente previa a una situación similar. Los golpes de estado en Europa ya no son militares, son financieros y están poniendo a millones de personas en situaciones de riesgo de exclusión y marginación.
Sin trabajo, sin casa, sin educación, sin sanidad, sin comida... Tantos y tantos "SIN", que nos dejan en una grave situación de vulnerabilidad.
¿Y qué hacemos?, sin duda somos el pueblo, los más frágiles. Una a una y por separado somos pequeños David luchando contra el Goliat del sistema corrupto e insensible.
Pero si nos unimos, si comenzamos a preocuparnos de los que nos necesitan, si nos volvemos solidarios y corporativistas con quienes están pasándolo mal, con quienes necesitan un techo, un plato caliente, un abrazo, un escrito, lo que sea.
Cuando parecía que habíamos superado el paradigma positivista en el que la intervención es totalmente asistencialista, dando paso a otros paradigmas socioecológicos, con visión de género, inspirados en la dotación de herramientas para el desarrollo humano. Desgraciadamente hoy no nos queda otra que atender de forma urgente las necesidades de muchos y muchas, de forma inmediata, y si necesitas comida, te entrego un paquete, porque ya no puedo dotarte de habilidades para encontrar un trabajo bien remunerado que te permita acceder a los recursos necesarios para tener una vida digna.
El concepto de Estado de Bienestar creado bajo el auspicio de las naciones europeas después de la II Guerra Mundial se ha resquebrajado, y ha sido el sistema capitalista quien guiado por la ambición de quienes lo conforman, blindados por su riqueza, inmunes a las necesidades de las personas beneficiarias de ese bienestar (educación, vivienda, sanidad, servicios sociales, trabajo...) son los responsables de la desaparición de la única garantía que tenemos las ciudadanas y ciudadanos de VIVIR.
Si, de vivir, porque los recortes, la eliminación de derechos, la inmunidad de los corruptos, la insensibilidad ante los problemas y necesidades nos llevará sin remedio al borde del abismo, y ahí solo queda desaliento, desilusión, desesperanza y muerte.
Tenemos la obligación moral, física, ética y política de salir, de pelear, de gritar, de luchar para que podamos llevar todos y todas una vida digna, por nuestros derechos amparados por valores sociales éticos.
El sábado es el día que aprovechamos para descansar, salir, reunirnos con la familia y amigos, ir de fiesta, hacer compras. Mañana sábado cambiemos nuestras costumbres y unámonos a la marea ciudadana que se extenderá por toda España, todas las capitales, ciudades y pueblos.
Hagamos oir nuestras voces todos y todas y que sea una. Dejemos constancia gráfica de lo que va a ocurrir mañana, porque será un día importante y así nadie podrá restar importacia a nuestra movilización.
No nos quedemos en casa, está en juego nuestro futuro y el de nuestros hijos e hijas.
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