Estoy segura de que la directora y guionista de esta película de terror no imaginaba que se tratara como un ejemplo de lo que el edadismo puede llegar a suponer en las mujeres y hasta donde serían capaces de llegar, porque es completamente absurdo.
Es una película de terror en la que se expone hasta donde llega la protagonista por conservar su juventud y belleza. No se le puede atribuir un activismo contra el edadismo porque, todo lo contrario, lo que hace es potenciarlo.
Si vamos buscando una explicación al guion, no podemos ir por el camino de la reivindicación social, porque se trata de una película de terror, con su sangre, sus agujas, sus transformaciones monstruosas, la desesperación y la locura. ¿Hay películas de terror que pueden ser reivindicativas? Sí, pero este no es el caso.
El edadismo no puede combatirse con una película de este tipo en la que se muestra a una mujer capaz de lo más terrorífico y salvaje con tal de mantener su belleza y su éxito laboral. Es como una fábula con su moraleja: "No quieras ser bella más allá de los 50 porque te convertirás en una monstrua".
Y cuidado con esto, porque es un juego macabro, cómo la película.
No todas las mujeres que pasan de los 50 están descontentas con su cuerpo, y algunas de las que sí lo están acuden a los servicios correspondientes que les puedan ayudar a sentirse mejor física y emocionalmente. Porque sentirse bella no es sólo una cuestión física, tiene mucho de mental.
No hay nada malo en someterse a tratamientos que potencien la belleza y reparen los efectos de la edad. Unas mujeres optan por la cirugía y otras por tratamientos menos agresivos. Pero, en cualquier caso, cada una ejerce su libertad y derecho a estar bien, a ser feliz.
Y sí, hay algunas mujeres que han llevado a extremos insanos esos cambios físicos a través de cirugías, pero centrarse en esos casos puntuales, es una forma de culpabilizar a todas las mujeres de querer utilizar un recurso médico para estar mejor consigo mismas.
También es cierto que algunas mujeres no realizan esos cambios o mejoras corporales porque ellas no se encuentren a gusto con su cuerpo, sino porque sienten que debido a su profesión o nivel social serán rechazadas y apartadas por no poseer el aspecto físico que esta sociedad normativizada que cosifica a las mujeres exige. En estos casos no es un deseo de la propia mujer, sino la presión y el acoso social quien obliga a cumplir con esas normas establecidas por el heteropatriarcado.
Yo quiero pensar que Coralie Fargeat quería hacer una película de terror y ya.
Una película en la que Demi Moore se luciera, en la que dejando atrás el torno de cerámica y el pole dance, fuera adquiriendo a lo largo de la película un aspecto monstruoso y que el público vea que ella de monstrua es una fantástica actriz.
A la industria cinematográfica le gusta dar premios a las/os actrices y actores que interpretan papeles de personas que pertenecen a colectivos marginados y/o vulnerables, y eso se puede observar en muchas películas en las que se ha premiado a sus protagonistas por ello.
En algunos casos muy puntuales los y las protagonistas pertenecen a esos colectivos.
El Regreso, Hijos de un dios menor, Campeones, Forrest Gump...
Todas ellas son una muestra de lo que digo, pero no en todas estas y otras películas sus protagonistas han sido merecedoras de un galardón. Se premia de una forma paternalista/maternalista y no lo que realmente se debe premiar , si son o no unos/as buenos/as actrices y actores.
Quizás los certámenes cinematográficos deberían añadir una nueva categoría de premios para el caso de que se quiera premiar a una película por su compromiso social con diferentes causas y colectivos.
Cómo sigo pensando que Coralie Fargeat sólo quería hacer una película de terror y dar la oportunidad a Demi Moore de ganar algunos premios, estoy segura de que quien sí ha visto una intención de activismo contra el edadismo, no ha caído en la cuenta de que Coralie no habría centrado todo el argumento de la película en la decadencia de esa mujer que decide volverse una adicta salvaje, perdiendo no sólo su belleza, sino su esencia como humana.
Su alter ego, Margaret Qualley, joven, bella y tranquila, con esa calma que la película parece decir al espectador que tiene la juventud, y no la desesperación de la señora de 50 que está desquiciada. Eso es edadismo.
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