Comencé a ver esta serie con bastante desconfianza. Pensé que sería el típico rollo de viejos haciendo chistes malos del tipo de Frankie y Grace, que me espantó desde el primer capítulo.
Pero no. Es maravillosa, tierna, cálida, dulce, dura y cruel. Todo a la vez. Michael Douglas está fantástico en todos los aspectos, ha madurado bien, muy bien. Como la más apetecible de las frutas de mi frutero.
El tiempo es ese enemigo al que tenemos que hacerle la pelota y ponerlo de nuestra parte, para que no se nos adelante demasiado, y nos deje disfrutar de lo efímero de la vida.
La vida se nos presenta como el camino incontestable por el que andar hacia la meta que es la muerte. Deberíamos ver la meta como la cumbre de nuestras aspiraciones, sueños, deseos e ilusiones. Y cuando el camino acaba, descansar y pensar en el recuerdo que dejaremos, y mientras nos piensen no habremos muerto. Seguiremos aquí.
Eso es lo que a mi me ocurre con las personas que se han ido físicamente. Siguen conmigo, en mis pensamientos, en mis recuerdos, en las cosas que hago a diario que me los recuerdan.
No es una serie triste, todo lo contrario, es optimista, porque el hacernos mayores nos hace también más sabios, más pacientes, más irónicos y más divertidos. Si sabemos, claro.
Se trata, pienso yo, de no dejarnos llevar por la corriente actual de ideales estereotipados de belleza.
La edad, la etnia, el peso, la ropa, el pelo, etc., no nos definen y no nos deberían condicionar.
Dejo de divagar y os la recomiendo mucho. De las mejores que he visto últimamente.
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