lunes, 1 de octubre de 2018

458.- PRECARIEDAD.


Nos guste o no, la realidad es que vivimos en un país, España, en el que cada vez hay más pobreza, menos educación y peor sanidad. Y todo ello ocurre, sin que nadie, o casi nadie haga nada.


La tibieza de la ciudadanía y la indiferencia de la clase política, nos está llevando a un caos social y económico.


Y mientras tanto, niñas y niños que no tienen una correcta alimentación porque su familia no puede comprar comida que les aporte los nutrientes que necesitan para crecer sanos, hipotecas y alquileres que no se pueden pagar porque la gentrificación está echando a vecinos y vecinas de sus barrios de origen, empresarios y empresarias que abusan de sus trabajadores con condiciones salariales abusivas y/o que no cumplen con sus obligaciones según convenios, fiscales y porqué no decirlo, humanas.ç



Familias que malviven con ingresos  tan escasos que ni siquiera pueden hacer frente a los gastos de alimentación, y ya ni hablar de recibos de agua, gas y luz.

Esto es así, y lo sabemos.

Corrupción e independencia. Dos palabras que escuchamos diariamente y que son la distracción perfecta para que no se piense en el día a día. Y por si no fuera suficiente, siempre queda el futbol y Tele 5.

Y el conformismo y la falta de ambición.

Y así nos va. 

Aparcadas y aparcados en la precariedad, sin oportunidades ni herramientas para salir de ella, porque desde el origen, es decir, desde que comienza la educación de las niñas y los niños, comienzan también los fallos, las carencias, la normalización de la falta de conocimientos, la interiorización de la incultura, el desprecio por el saber, el alejamiento de la música, la literatura, el cine, la pintura, el arte.

Los países no son sólo una superficie de tierra en la que viven personas dentro de unas fronteras. No.

Los países son el conjunto de los ciudadanos y las ciudadanas, que conviven, trabajan, aprenden y llevan a cabo diferentes actividades para poder vivir adecuadamente y ser felices.

Y aquí la convivencia es difícil, el trabajo no está bien pagado, la educación es ineficaz, la sanidad escasa, las actividades inaccesibles y la felicidad una utopía.



Porque para ser feliz no es necesario ser millonaria, ni vivir en una mansión con piscina, ni tener un Porsche.

 Para ser feliz es necesario poder comer tres veces al día, poder abrir la nevera y encontrarte un yogurt, una pieza de fruta, un tupper con los restos del asado del domingo y alguna golosina por si nos despertamos de noche con ganas de recena.

Tener leche para nuestros hijos e hijas, una olla con verduras, huevos, pan, carne y pescado.

Poder ir a un mercado y llenar el carro. No es necesario el caviar, y la carne no tiene porqué ser Wagyu. 

Y poder ir al trabajo y al colegio en transporte público.

Tener un médico o una médica de familia, amable, que nos mire a los ojos y que nos explique sin prisas nuestras dudas sobre nuestra salud y/o la de nuestros hijos e hijas.

Ir al cine de vez en cuando y poder comprar palomitas. 

Tener una casa caliente en invierno y fresca en verano, limpia, sin goteras, con agua y luz, con muebles y electrodomésticos.

Tener libros para que leamos y podamos transmitir ese hábito a nuestros hijas e hijos.

Poder acceder gratuitamente a servicios médicos que deberían ser considerados básicos. Dentista, psicólogo/a, logopeda, podólogo/a y vacunación.

Porque todos y todas ansiamos vivir una vida buena. Por supuesto que hay variables condicionadas por nuestras ideas políticas, por la religión que profesan los que no son ateos/as, por las costumbres, por el lugar en el que vivimos y tantas otras.

Pero existe una realidad universal y es el deseo de vivir dignamente. Y puede que esa dignidad requerida para pasar por la vida, sea subjetiva y que cada persona la interprete de una forma diferente.

Vivienda, alimentación, educación, sanidad y ocio. Son vitales y obligatorias. El trabajo de cada uno y cada una de nosotras, debería ser suficiente para que pudiéramos tener esos cinco pilares fundamentales, apoyado por supuesto, por unos servicios sociales públicos que aportaran en cada caso, la cantidad de recursos necesaria para que todos y todas podamos llevar esa vida digna que alejaría la desigualdad.

Mis esperanzas de cambio son escasas.

Cada una de nosotras puede trabajar por conseguir el cambio. Pero no es la solución. El individualismo no consigue cambios globales y notables.

Y todo ello nos lleva a pensar que el sistema capitalista está obsoleto y viciado. 

Siempre podemos mirar atrás y recurrir a otros sistemas de gobierno y de reparto equitativo de la riqueza, en los que la propiedad privada y la acumulación de riqueza por parte de una minoría no fuera el fin a cualquier precio. 

Quizá, como dicen de la moda, todo está inventado. Pero ¿y si no es así? 

Deberíamos comenzar a valorar nuevas teorías sociológicas y ponerlas en práctica, porque el momento histórico por el que atravesamos, o que nos atraviesa, es insostenible.




1 comentario:

Esther dijo...

Pues sí, eso es lo que tenemos, y quien piense lo contrario o se autoengaño o se deja engañar, o ambas cosas a la vez. He compartido en facebook tu entrada, me ha gustado mucho,