viernes, 12 de octubre de 2018

464.- SI.

Me encanta la expresión que le escuché un día a mi hijo, "es viernes y el cuerpo lo sabe".

No podía tener más razón.

A mi los viernes de mi época de trabajadora social y de administrativa antes, siempre me parecieron maravillosos. Como una promesa de fiesta, descanso, hacer lo que me da la gana, no cumplir horarios, dormir, salir, comprar, invitar a cenar o que me inviten, cine en casa o fuera, paseos con Lola, leer los periódicos, escribir y abrir por fin una copa de buen vino y relajarme.

Empiezo a entender y a aceptar que me ha llegado el momento de tener mi mundo y que será un pequeño ecosistema al que sólo accederán unas pocas personas, porque también admito que mi misantropía no puede desaparecer y yo no quiero que desaparezca. Es así.

Y no pasa nada, me gusta. Por fin podré elegir, y decir no, cuando quiera decirlo.

Ya no tengo el cuerpo para convencionalismos, que aunque no los haya respetado casi nunca, es cierto que me he callado muchas cosas y aguantado otras tantas por no parecer maleducada, o simplemente por vergüenza.

Pues ahora no.

Y como no quiero pasar el resto de mi vida con el no en la boca, lo que voy a hacer es decirme a mi misma SI, todo el tiempo. Si Conchi, ahora si. Un si enorme, un si lleno de amor por mi, un si que me abrace y me mime como yo merezco. 

Y un si también a esas pocas personas a las que me apetece decir si.

Llevo desde el día dos de junio sin relacionarme prácticamente con nadie. Al principio me sentía como un bicho raro, con la obligación de dar explicaciones, excusas. 

Ahora, por fin, siento que no debo nada a nadie, que no tengo que excusarme por nada, ni dar explicaciones porque los hechos hablan solos, que mi vida es la mía, y que soy una persona maravillosa, generosa, educada, inteligente y guapa.

Que tengo la edad que tengo y me gusta, porque eso significa que he vivido, que estoy gorda porque me gusta cocinar y comer bien, que si adelgazo será porque un día me ponga a ello porque yo quiera, pero que nadie me puede decir que lo haga, que nadie puede infravalorarme, ni hablarme mal, ni tratarme mal.

Que quiero lo que es mío y que no necesito nada más. 

Tengo a mis hijas (incluyo a Lola aquí como una hija más), a mi hijo y a mi nieta.

Tengo amigas virtuales a las que quiero más que a muchas personas a las que he visto mucho, seguramente demasiado.

Y muy rara vez me apetece salir de este pequeño círculo. Por una parte porque no lo necesito, por otra porque he pasado mucho tiempo asustada y asqueada.

Ahora vuelvo a reírme con ganas, a bromear, a hacer muchas de las cosas que siempre me gustaron y que un día, después de un largo camino de renuncias, silencios y malas cosas, abandoné.

Sé que en ese camino quedaron sentimientos que no recuperaré, pero estoy tranquila, porque todo ello me está sirviendo de aprendizaje, hace que me quiera cada vez más y que valore lo que siempre estuvo conmigo aunque yo no lo quisiera ver.

Y por todo esto que escribo, mi cuerpo sabe que hoy es viernes, pero el viernes ha dejado de ser un día. Mi vida es ahora un viernes, un viernes de ilusión por el fin de semana que viene.







1 comentario:

Laia Tramunt dijo...

Cariño. Sé que lo estás pasando mal, pero también sé que eres fuerte.
Eres una mujer estupenda y ya verás como todo se arreglará y estarás bien.
Es duro, pero se va a solucionar.
Besos guapa.